La enfermedad de Chagas o tripanosomiasis americana es una parasitosis sistémica, crónica y transmitida por vectores. Tiene como agente causante al Trypanosoma cruzi, un protozoario flagelado que parasita la sangre y ciertos tejidos de mamíferos.
El principal mecanismo de transmisión es a través de los triatominos que son también conocidos como vinchucas en nuestro país. Estos insectos son hematófagos y tienen el hábito de picar por las noches, al hacerlo defecan en el mismo sitio debido a la gran cantidad de sangre que ingieren.
Cuando el mamífero se rasca la piel, dispersa las heces hacia el orificio de la picadura, sitio por donde ingresan las formas infectantes del parásito.
Aunque existen menos casos, el Trypanosoma cruzi puede transmitirse por transfusiones sanguíneas, trasplante de órganos, ingestión de alimentos contaminados o de forma directa de una madre infectada al hijo durante el embarazo.
Esta enfermedad tiene dos fases clínicas: la aguda y la crónica. La fase aguda es la sintomática y se da posterior a la infección.
Entre los síntomas y signos que podemos encontrar están:
– Signos de puerta de entrada del parásito
– Roncha o pápula en piel, llamada también chagoma de inoculación.
– Edema palpebral con adenopatías satélites, conocida como el signo de Romaña.
– Fiebre
– Dolor de cabeza
– Náuseas, diarrea o vómitos
– Ganglios linfáticos agrandados
– Dificultad para respirar
– Dolor de músculos, área abdominal o pecho
En cuanto a la fase crónica, muchos pacientes pueden vivir asintomáticos durante toda su vida; sin embargo, entre el 20 a 30% de estos pacientes evoluciona a la etapa crónica en la que pueden tener manifestaciones como:
– Daño cardiaco: Miocardiopatías, alteraciones del ritmo y conducción del corazón, insuficiencia cardiaca y aneursima apical.
– Daño Gastrointestinal: Dilatación del colon o esófago, alteración del vaciamiento gástrico, trastornos motores de la vesícula biliar y colon.
Para el diagnóstico de esta enfermedad, es muy importante tomar en cuenta los tres tipos de diagnóstico:
– Epidemiológico: para saber si el paciente viajó a un lugar donde la enfermedad es endémica.
– Clínico: Para identificar signos y síntomas asociados a la enfermedad.
– Laboratorio: para identificar al parásito en sangre o detectar marcadores serológicos de la enfermedad.
No existe vacuna para la enfermedad de Chagas, así que la mejor manera de prevenir esta enfermedad es mediante el control de vectores a través de la aplicación de insecticidas dentro de las viviendas y el peridomicilio.
Además, se pueden utilizar medidas complementarias como el uso de mosquiteros y educación en la población. Esta patología tiene cura por lo que será de importancia realizar un diagnóstico temprano y seguir el tratamiento indicado por el médico.